¾¡uff!, que día el de ayer! En la oficina, por más
que trate de concentrarme, no pude.
Paulina, mi
socia en ocasiones especiales, me
hizo pensar tantas cosas. Hay veces en las que odio que sea tan perceptiva. Me
empezó a preguntar que si estaba bien, yo, no le quise dar muchos detalles,
solo le dije:
¾Estoy bien,
lo que sucede es que mi matrimonio, está pasando por una crisis. Hasta en los
mejores matrimonios pasa.
¾Sin duda,
tú tienes uno de los mejores matrimonios. Habla con ale,dile lo que piensas y
te aseguro que se reconciliaran.
¾Gracias
amiga, lo intentare ¾.dije con
cara compungida.
¾¡Vamos!,
Jessica, busca tu propia ocasión especial. Vete a casa y asegúrate de que
Alejandro no olvide quien es su esposa¾.
Cuando llegué a casa,
estaba todo en silencio, sólo la luz encendida del despacho de Alejandro, lo
que indicaba que estaba trabajando, << o manteniendo las distancias conmigo>>.
Me acerque a la puerta,
para saludarlo, pero escuche que estaba hablando por teléfono:
¾No ¾dijo con voz clara y tranquilizadora ¾ella no tiene ni idea, lo juro. Sí, sólo es cuestión
de tiempo para que se dé cuenta, pero nos ocuparemos de eso en su debido
momento. No debes preocuparte. Es mi problema. Adiós, cariño ¾y colgó.
Quede paralizada al
escuchar eso. Quise romper la puerta, gritarle a Alejandro todo lo que pienso
de él. Aun así, solo toque la puerta con suavidad. Alejandro abrió y con fría
cortesía me dijo:
“espero que sea
importante”
Lo único que hice fue
decirle: “ya llegue”, di la vuelta y subí a mi habitación a darme un baño y
dormir.
El día de hoy, desperté
más cansada de lo habitual, pero tenía que ir a trabajar.
Cuando baje a desayunar,
me encontré con que Alejandro iría a una supuesta cita con su editor, a un
restaurante italiano, en la colonia roma, llamado “rosseto”.
Al llegar al trabajo,
busque criticas sobre este restaurante y encontré unas muy interesantes como:
“excelente comida, con un
ambiente discretamente intimo, lleno de terciopelos rojos…”
Decidí ir a
encontrarme con Alejandro, el fin que, su editor y yo nos llevábamos bien.
Al llegar
al restaurante le pregunte al maître por la mesa de Alejandro islas, el, con
extrañeza me dijo que solo había reservado mesa para dos y ya había llegado su
acompañante. Con una sonrisa en la cara le dije que no importaba, que yo era su
esposa, que sería una grata sorpresa. Pero la que se llevo una sorpresa fui yo.
Cuando me dirigían hacia la mesa, vi quien era la persona que acompañaba a mi
marido y no se parecía en nada a su editor. No lo podía creer, mi marido era un
traidor.